CULTO DE LA MAÑANA
Marcos 10:23-31, Imposible para los hombres, posible para Dios
CULTO DE LA TARDE
Pregunta 12 Catecismo Mayor Westminster, El decreto de Dios en general
CULTO DE LA MAÑANA
Marcos 10:23-31, Imposible para los hombres, posible para Dios
CULTO DE LA TARDE
Pregunta 12 Catecismo Mayor Westminster, El decreto de Dios en general
CULTO DE LA MAÑANA
Hebreos 2:14-18, “La humanidad de Cristo y la salvación”
(traducción al francés)
CULTO DE LA TARDE
Mateo 5:17-19, “El cristiano y la ley de Dios”. Predicador: D. Hugues Pierre
Mensaje en francés, traducido al español
VII. Las marcas por las que se puede discernir la falsa Iglesia de la verdadera.
Por tanto, requerimos que en primer lugar se haga diferencia entre la verdadera Iglesia de Dios, y la que no lo es, aunque ella tome este nombre; y después, entre aquellos que están en la Iglesia de manera que también son de la Iglesia, y aquellos que no son de la Iglesia, aunque estén en la Iglesia. Porque es seguro que Satanás intenta todo lo que puede para que su sinagoga sea considerada como la verdadera Iglesia; y mientras la Iglesia combata aquí abajo, es seguro que la paja estará mezclada entre el buen grano, y la cizaña entre el trigo (Mt 13:24-30,36-43,46-50; 15:7).
Por tanto, para que, en lo posible, no seamos engañados, se tiene que comprender bien estas diferencias.
La marca de la verdadera Iglesia es la predicación de la Palabra del Hijo de Dios, tal como ella ha sido revelada a los profetas y apóstoles, y por estos anunciada al mundo, y comprendiendo también, por consiguiente, los sacramentos y la administración de la disciplina eclesiástica tal como Dios la ha ordenado.
Porque no hay otra Palabra de Dios ni otra manera de predicarla. Esta es la razón por la que Jesucristo decía que las ovejas lo siguen, porque ellas conocen su voz (Jn 10:27). Esta es la razón por la que, al enviar a los apóstoles, él no les dijo: “Id, predicad todo lo que os parezca bien”, sino: “Enseñadles –dice– a guardar todas las cosas que os he ordenado” (Mt 28:20). Esta es la razón por la que S. Pablo decía a los corintios que no les dijo sino lo que había recibido del Señor (1 Co 11:23); y después recita la ordenanza de Dios, tal como había sido escrita por los evangelistas. Esta es la razón por la que él dice que los fieles son edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, es decir, sobre la doctrina que los apóstoles y los profetas han plantado en la Iglesia, de la cual Jesucristo es la piedra fundamental (Ef 2:20; Hch 17:11; 2 Pe 1:19). Y S. Pedro también declara principalmente que no hay otra Palabra de Dios más que esta, dice, que ha llegado a vosotros por la predicación del Evangelio (1 Pe 1:25; Ro 10:8).
Y no dudamos que los apóstoles no sólo han predicado, sino también dejado por escrito todo lo que es la Palabra de Dios necesaria para salvación (Hch 20:27; Ga 1:8); según lo que dice S. Pablo, que toda Escritura, al ser divinamente inspirada, tiene como fin hacer perfecto al hombre de Dios (2 Ti 3:16,17). Por tanto, también decía S. Cipriano: “Puesto que se tiene que escuchar sólo a Jesucristo, no debemos hacer atención a lo que alguien pensó que se tiene que hacer, sino a lo que Jesucristo, quien precede a todos, ha hecho; no hay que seguir la costumbre de los hombres, sino la verdad de Dios”.
En conclusión, allí donde la Palabra de Dios sea puramente anunciada , los sacramentos puramente administrados, con la disciplina eclesiástica conducida conforme a la santa y pura doctrina, allí reconocemos la Iglesia de Dios, en el lugar que sea, y a pesar del pequeño número o pequeña apariencia que tenga según los hombres (Lc 10:21; 1 Co 1:19-28; Mt 11:17).
Théodore de Bèze, Confession de la foy chrestienne, (Ginebra : Imprimido por Conrad Badius, 1559), p. 154-157.
Traducido : Jorge Ruiz Ortiz
I. Que siempre ha habido y habrá una Iglesia, fuera de la cual no hay salvación.
Habría sido en vano que todas estas cosas de las que hemos hablado hubiesen sido establecidas y cumplidas por la bondad de Dios, si no hubiera gente que recibiera el fruto de las mismas. Asimismo, puesto que Jesucristo tiene un reino eterno (2 Sa 7:16; Lc 1:32,33; Sal 89:37; Sal 110), también es necesario que nunca se encuentre sin súbditos. Es necesario, pues, que desde el comienzo del mundo haya habido una Iglesia, es decir, la multitud y asamblea de personas que agradó a Dios escoger por su gracia, quienes han reconocido y servido al Dios verdadero según su voluntad, por el único medio de Jesucristo recibido por la fe, tal como ha sido dicho ampliamente.
Y es necesario confesar, asimismo, que esta Iglesia y asamblea durará por siempre (Sal 132:13,14; Jer 31,35,37; Mt 28:20), a pesar de los asaltos que todos los infiernos puedan levantar contra ella (Is 54:10; Mt 16:18).
Finalmente, se tiene que confesar necesariamente que, puesto que fuera de Jesucristo no hay salvación, quien muere sin ser miembro de esta asamblea está excluido de Jesucristo y de su salvación (Jl 2:32; Mc 16:16; Jn 3:18), porque la virtud de salvar que está en Jesucristo sólo pertenece a los que lo reconocen como su Dios y único Salvador (Jn 6:37; 17:3; Ga 3:22).
II. No puede haber más que una Iglesia verdadera
Como no hay más que un Dios (Ef 4:4-6), una fe, un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo (1 Ti 2:5) , cabeza de su Iglesia (Ef 1:22; 4:15; 5:23; Col 1:18; 1 Co 11:3), así también no puede más que una sola Iglesia.
III. Por qué llamamos a la Iglesia, Católica
Puesto que Dios ha difundido su Evangelio (Sal 2:7,8; Is 54:1-3; 55:5; Mc 16:15; Hch 1:8; Col 1:23), es decir, la predicación de la salvación, que es el cetro de su reino en todo el mundo, y escogió de todas las naciones a aquellos que le plugo, he aquí la razón por la que es necesario confesar una sola Iglesia católica, es decir, universal; no que ella comprenda a todos los hombres uno por uno (dado que la mayoría de los hombres no lo están; Mt 20:16; Lc 13:23,24), sino porque los fieles han sido esparcidos por toda la tierra, conforme nuestro Señor los escogió, no estando circunscrita a ningún lugar, tiempo o nación (Hch 10:27,28; Ap 7:9; Mt 11:27).
Théodore de Bèze, Confession de la foy chrestienne, (Ginebra : Imprimido por Conrad Badius, 1559), p. 147s.
Traducido : Jorge Ruiz Ortiz
Es Dios quien obra en vosotros, etc. He aquí la verdadera artillería para abatir toda altivez, he aquí la espada para destruir todo orgullo, cuando oímos decir que no somos nada en absoluto, y que no podemos hacer nada si no es por la sola gracia de Dios. Yo entiendo aquí que habla de una gracia sobrenatural, que proviene del Espíritu de regeneración. Pues como hombres, ya estamos y vivimos y tenemos movimiento en Dios (Hch XVII,28). Pero s. Pablo habla aquí de otro movimiento distinto que el universal. Vemos ahora cuánto atribuye a Dios, y lo que nos deja a nosotros. Leer Más
CULTO DE LA MAÑANA
Salmo 28, “Salvos de esta generación”
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1 Samuel 25, “David y Abigail”
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Apocalipsis 20:11-15, “El Juicio Final”
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1 Samuel 15:10-35, “Saúl es desechado por Dios”
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Apocalipsis 14:1-5, “La iglesia verdadera en tiempos de la Bestia”
CULTO DE LA TARDE
Salmo 104:33-34, “Principios generales acerca de la meditación bíblica”
(Culto completo; predicación a partir de 23:27)
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Apocalipsis 12:1-6, “La mujer, el hijo varón y el dragón”
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1 Samuel 3:1-0, “El llamamiento de Dios a Elí”
ormalmente hay dos maneras de hacer las cosas: o bien por costumbre, o bien por convicción. En la primera, por costumbre, no hay ninguna fuerza que empuje a hacer las cosas, simplemente se hacen por inercia. En la segunda, esta convicción es la fuerza interior que empuja a hacer las cosas o, llegado el caso, a cambiar lo que siempre se está haciendo.
Bien, nos podemos preguntar entonces acerca de lo que estamos haciendo ahora, viniendo a la iglesia el domingo. ¿Por qué venimos a la iglesia precisamente en domingo? ¿Tiene que ser en este día? ¿Tiene que haber un día en especial para que los cristianos se reúnan?
Se puede decir que ante estas preguntas se dan hasta tres respuestas distintas:
1) Está los que dicen, o los que dan por sentado, que se trata de una mera costumbre. Lo hacen, van a la iglesia el domingo, porque es lo que sus padres le han enseñado, o porque lo ve en los demás y ellos hacen lo mismo, o simplemente porque es en ese día que la iglesia hace sus cultos, de la misma manera que se tiene que ver un partido de fútbol los sábados o que para ver tal serie se tiene que hacer en tal día de la semana.
Esta es la actitud de la gran mayoría de los cristianos. Y esta actitud a lo que lleva es a una observancia superficial del mandamiento del Día de Reposo. Si son verdaderamente creyentes, si se han convertido a Dios, entonces hay un deseo de reunirse y tener comunión con los hermanos, y de escuchar la Palabra. Pero no hay un principio exterior que obligue. Así que, si las fuerzas o el deseo espiritual por diversas circunstancias decaen, entonces esto lleva a que la gente se reúna menos o deje de hacerlo por completo.
Dentro de esta categoría, la de la “costumbre”, están también aquellos que lo llegan a explicar en la teoría. Es decir, aquellos que tienen un discurso teórico para explicar y defender que el hecho de reunirse en domingo es sólo una cuestión de costumbre de la Iglesia.
Según ellos, para los cristianos no hay una obligación que provenga directamente del Decálogo, pues, dicen ellos, este mandamiento es ceremonial, pertenece a todos los mandamientos de culto que luego se cumplen en Jesucristo y que, por lo tanto, están abrogados como tales en el Nuevo Testamento. Según siguen diciendo ellos, si nos reunimos en domingo es porque fue esta la decisión que tomó la iglesia cristiana casi desde sus mismos orígenes, y no hay razón para cambiarla. Pero, fijémonos, en principio tampoco habría razón para que el día para congregarse fuera otro día de la semana, o incluso todos los días.
Esta es la posición, como decimos, más común en el cristianismo, incluido también los evangélicos.
2) En segundo lugar, están también los que tienen una convicción en cuanto al Día de Reposo, pero su convicción es que no se tiene que reunir en domingo, sino en sábado, como en el Antiguo Testamento.
En este grupo entran, por supuesto los judíos, pero también algunos grupos dentro del cristianismo, como los adventistas del séptimo día, u otros que pueda haber (sobre todo ahora, con la proliferación de los llamado “judíos mesiánicos” entre los evangélicos).
3) Y en tercer y último lugar, están aquellos que se reúnen en domingo como Día del Señor como el día que Dios ha ordenado en la Palabra y que ha apartado para sí. Estos cristianos guardan el mandamiento, por tanto, movidos por el deseo de reunirse y tener comunión con los hermanos. Pero este deseo está además reforzado por el mandamiento, por la obligación de entender cuál es la voluntad de Dios en Su Palabra.
En este mensaje, pues, y en los que siguen vamos a estar considerando este mandamiento del Decálogo, para ver la verdadera postura y enseñanza que nos da la Biblia.
En el mensaje de hoy, vamos a estar viendo el “porqué” tenemos que guardar este día. Luego están las preguntas de “cuál” es el día”, y también la de “cómo” se tiene que guardar.
¿Por qué tenemos, pues, los creyentes del Nuevo Testamento que observar el mandamiento del Día de Reposo? Pues hemos de presentar de entrada la afirmación, basada en la Palabra de Dios, de que el guardar este mandamiento es un deber moral. No sería un mandamiento ceremonial, tampoco sería meramente un mandamiento positivo (¿nos acordamos?, mandamientos positivos son aquellos que descansan únicamente en la voluntad de Dios, que así lo dispuso, por ejemplo, ¿por qué determinados alimentos eran impuros? Pues, simplemente, porque así lo ordenó Dios, porque no hay nada inmundo de por sí (Rom. 14:14)? Por supuesto, está basado siempre en Su voluntad, pero además, este mandamiento nos enseña lo que es el bien y lo que es el mal; por lo tanto, es permanente y perpetuo, es universal, y transgredirlo supone una injusticia, ante Dios, pero también para con los hombres.
El Día de Reposo es un deber moral. ¿Por qué?