Acerca de Algeciras* (un muerto y cuatro heridos en una iglesia cristiana, a manos de un islamista) seré parco en palabras. Diré lo evidente. Enunciaré truismos.
Ahora es el tiempo de los políticos. De que salgan y digan lo de «más enérgica condena», «no hay lugar en la sociedad para», etc., por no hablar de los que dan el pésame a la familia del «fallecido» (del que llegó al término de su vida, según el RAE).
Palabras, palabras. Palabras vacías. Palabras vanas, pues algo hay que decir.
Y mientras tanto, mientras hablan, los políticos saben perfectamente (lo sabemos todos) cuál es el futuro para los cristianos en los países de Europa. Países que hasta hace nada fueron cristianos.
Lo saben, y no hacen nada para impedirlo. Digo, para realmente impedirlo: acabar con el genocidio del aborto, restaurar la natalidad, restaurar la familia, restaurar la masculinidad y la feminidad, entre muchos otros.
¿Desharán lo que ellos mismos han creado en los últimos cuarenta años?
Mientras no lo hagan, no habrán hecho nada. Tan sólo hablar naderías.
*Algeciras: Julia Traducta o Tingentera, antes de 711.