“Pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15)
En España andamos algo alterados con el así llamado pin parental. ¿De qué estamos hablando con lo del pin parental? Pues simplemente se refiere a la supervisión por parte de los padres, y en su caso autorización previa, de que sus hijos participen en charlas y actividades de colectivos homosexuales y feministas en los colegios –charlas y actividades que no forman parte del contenido curricular de los estudios y que hasta ahora se dan sin que los padres puedan objetar o decidir si sus hijos asisten o no–.
Pues al lío. Como reacción a la implantación del pin parental en la Comunidad de Murcia, y su posible extensión en las de Andalucía y Madrid, el recientemente estrenado gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez ofreció ayer (17 de enero 2020) un espectáculo imponente, soberbio, apoteósico. Lo bordó, simplemente. No exageramos. Chapó.
Primeramente, Pedro Sánchez mismo, en modo tuitero, se nos pone serio diciendo: “El pin parental vulnera el derecho de los niños y niñas a la educación. Se trata de un derecho fundamental, un derecho constitucional. Seremos firmes”.
A continuación, la ministra de Educación, Isabel Celaá, descolló en eminencia con la siguiente declaración: “No podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres. Hablamos de interés del menor, de los derechos constitucionales de los menores”.
Indescriptible Sánchez. ¿Vulnera el pin parental el “derecho de los niños y niñas a la educación”, derecho constitucional, tratándose como se trata de contenidos ideológicos al margen del programa de estudios? Los menores han de asistir obligatoriamente a estas charlas extraescolares sin que los padres puedan siquiera decir algo al respecto. ¿Cuándo los españoles, como dicen ellos, nos hemos dado “esta” Constitución? ¿Se trata de la Constitución de 1978, anterior en un año a la fecha de la despenalización de la homosexualidad en España? No sé, algo no me cuadra a mí. ¿Cuál es, pues, verdaderamente el “marco legal” en que vivimos, que en la actualidad, en según qué casos, se declara no vigente, y que al mismo tiempo resulta de utilidad para amparar un gigantesco adoctrinamiento de la población, sin que ella no pueda decir ni pío?
Pero es Celáa, sin duda, la que muy bien podría pagar con esta perla su entrada en el panteón del monte Olimpo, al decir que “de ninguna manera los hijos pertenecen a los padres”. Traducida en cristiano, Celaá está diciendo que la patria potestad en España ha dejado de existir, así porque lo dice ella, a no ser que se entienda esta como que los padres han de seguir cuidando de sus hijos como usufructuarios, mientras que la propiedad de los mismos ha pasado ya de facto al Estado.
¿Cuándo los españoles hemos decidido convertirnos en esclavos?
¡Ah! ¡Cómo me vienen al espíritu, mutatis mutandi, aquellas viejas palabras cantadas por Cat Stevens!
How can I tell you
That I love you
I love you
But I can’t think of right words to say
Sí, en verdad, ante todo esto, no encuentro las palabras correctas para hablar. Por lo que mejor callar.
Y tampoco pasa nada porque me calle. Ya hablé en su día, quince años atrás. Cuando la mayoría de pastores evangélicos en España se puso de perfil.