Una de las características más llamativas de la Confesión Bautista de 1689 es su gran parecido con la Confesión de Westminster de 1647. Al principio, esta semejanza pudiera parecer como un gesto de apertura y ecumenicidad de los bautistas con respecto a los reformados, al tomar casi literalmente la práctica totalidad de la Confesión de Westminster, exceptuando en algunos notables cambios, principalmente en cuanto al bautismo y la Iglesia. Sin embargo, con el tiempo se comienzan a percibir también los graves inconvenientes de haber tomado íntegramente la Confesión de Westminster para variarla en estos puntos.
En primer lugar, los inconvenientes con respecto a la confesión original y sus defensores, pues el tomarla íntegramente para cambiarla en algunos puntos supone efectuar una corrección de la misma. Si un cuerpo eclesiástico toma la confesión de fe de un cuerpo eclesiástico distinto, pero variándola en algunos puntos, el resultado tiende inevitablemente a presentarse como su rival como símbolo de fe reformado, lo cual invariablemente tiene el mismo resultado en el ámbito eclesial.
Sin embargo, este proceder también tiene graves inconvenientes con respecto a la nueva confesión, pues lo que en la confesión original era un conjunto unificado y un todo coherente, se puede llegar a convertir fácilmente en un conglomerado de distintos elementos con débil coherencia interna o incluso disonantes entre sí. (más…)