Apocalipsis 2:8-11, «El mensaje a la iglesia en Esmira: Estar preparados para la persecución»
Mes: abril 2015
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La doctrina escocesa de la Iglesia Visible no se diferencia de manera destacada de la fe común de la Cristiandad Reformada. Y sin embargo en Escocia llegó a tener un lugar tan predominante al ser ampliamente en relación con la aplicación y el desarrollo de esta doctrina que han tenido lugar las más destacables luchas y discusiones de la vida de la Iglesia nacional. Ella [e.d., la doctrina escocesa] mira a la Iglesia en su forma visible como un Reino con un Rey que le es propio. El Rey no es un mero monarca ausente ni simplemente nominal. Él es visto como la Cabeza de la Iglesia como Su reconocido dominio. El reconocimiento de parte de sus súbditos confesantes de Su Señorío, y así de su sujeción a Su autoridad, es tal que deja a la Iglesia en su forma corporativa como una sociedad reconocible bajo la obligación de aceptar Su Palabra como la autoridad regulativa que llama a la obediencia. De esta manera, Su voluntad revelada es la última sede de autoridad en la tierra, y la verdadera libertad de la Iglesia se alcanza y goza cuando no está sujeta a ninguna otra voluntad soberana que no sea la Suya y halla delicia en el cumplimiento de sus órdenes. Su Palabra es considerada como Suya, hallándose en ella la exhibición de Su voluntad, así como la provisión que Él ha hecho para la guía, instrucción y obediencia de Sus súbditos (…) En Doctrina, en Adoración, en Disciplina y en Gobierno fue vista como tan regulativa que, aparte de las “circunstancias” –por citar de nuevo nuestra Confesión que describe el principio puritano en este asunto– “comunes a las acciones y sociedades humanas”, para los cuales no se necesita que se dé una guía especial, todo en la vida de la Iglesia ha de ser conformado al patrón provisto por precepto o ejemplo apostólico, o que se puede aprender a partir de la enseñanza e las Sagradas Escrituras (…) [El principio de la autoridad regulativa de las Escrituras] conduce a la sencillez y simplicidad en la Adoración. Conduce a la plenitud y cuidado en la afirmación doctrinal. Conduce a la conservación y defensa de los derechos del individuo. Conduce al alto estándar para alcanzar la pureza de la vida de la Iglesia. Se ha dicho de él que es intolerante y estrecho; y sus frutos han sido criticados como si su tipo de Adoración fuese pelada y raquítica, su Doctrina innecesariamente detallada y minuciosa, su Gobierno indebidamente rígido y, con respecto al gobierno civil, demasiado auto-asertivo, mientras que su Disciplina ha sido hallada culpable de poner inoportunas restricciones a la alegría de vivir. Pero no necesitamos venir de nuevo al tan a menudo repetido dicho: “Hay muchos que hablan en contra de él, porque sienten que él está hablando en contra de ellos”. Sin embargo, él tuvo el control de la formación de una nación; y al final hubo mucho que mostrar de su obra. Se creyó completamente en la suficiencia de su regla de fe y sus patrones de práctica, y sus obras vinieron a justificar su fe”.
John MacLeod, Scottish Theology, (Edimburgo: The Publications Committee of the Free Church of Scotland, 1943), p. 32-35.
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Apenas hay un segmento de toda la verdad Cristiana al que se le haya prestado más abundante atención en la teología de Escocia que aquel que tiene que ver con la Iglesia de Dios. En común con el amplio tronco de enseñanza acerca de este tema entre los reformados, la Confesión Escocesa insiste mucho en la realidad de la entidad de la Iglesia de Dios tal como ella es en verdad. Su tratamiento de este tema es tal que deja claro que la Iglesia, tal como los hombres la ven, o la Iglesia Visible, no es un cuerpo distinto de la Iglesia tal como es conocida por Dios. La Iglesia de Dios es una, pero Dios la ve tal como ella es en realidad, el hombre sólo la ve conforme a la medida de su conocimiento. Tal como ella es conocida a Aquél de quien es, ella consiste en el conjunto de la Elección de Gracia. De esta manera ella está compuesta por todos los que desde toda eternidad fueron dados en el Consejo de Paz por el Padre al Hijo para que sean Su cuerpo y Su novia. Esta incontable compañía, desde el punto de vista del amor del Hijo y de Su garantía a favor suyo, es, como elegida del Padre, aceptada por el Hijo para ser Sus beneficiarios por los cuales Él vino y por los cuales Él ganó la vida eterna, que es la recompensa de Su servicio de amor. Cuando Él vino por ellos, Él fue el verdadero Israel cuyo llamamiento fue el ser el Siervo del Señor, y es Él quien en la prosecución de los propósitos de este llamamiento vino en sumisión a Su Padre para hacer Su voluntad. La misma compañía, cuando ellos recogen el bien de la obra de amor del Salvador, son hechos partícipes del fruto de Su mediación en su llamamiento por gracia. Cuando ellos son así llamados, ellos vienen a ser miembros en verdad de la Iglesia de Dios. Este llamamiento eficaz se da en la fe que los une a su Novio y Cabeza. El Espíritu, quien a título del Señor obra en ellos para llevarlos a la unión con Él, obra en ellos una vez que han pasado de muerte a vida para mantenerlos y perfeccionarlos hasta el fin. La esplendorosa unidad que es provista tanto por los pensamientos de amor de Dios así como al llevar a cabo en Su poder Su propósito de gracia, es la Iglesia en su ser esencial o la Iglesia tal como es conocida por Dios. Está compuesta históricamente por todos los que por el llamamiento de Dios fueron hechos vivos de entre los que están ya muertos, todos los que han atravesado el velo y pertenecen a la Iglesia triunfante, mientras que todavía hay en la tierra un remanente que han experimentado el poder del mismo llamamiento y, como Iglesia militante, están luchando en su camino al cielo.
John MacLeod, Scottish Theology, (Edimburgo: The Publications Committee of the Free Church of Scotland, 1943), p. 31-32.
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Apocalipsis 2:1-7, «El mensaje a la iglesia de Éfeso»
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Apocalipsis 1:9-20, «La visión del Hijo del Hombre glorificado»
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Así como creemos en un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, también creemos firmemente que desde el principio ha habido, hay y al fin del mundo habrá, una Iglesia, esto es, una sociedad y multitud de personas quienes correctamente lo adoran y aceptan por medio de su fe en Cristo Jesús, quien es la única cabeza de la Iglesia, así como a la vez ella es su cuerpo y su esposa. Esta Iglesia es católica, o universal, porque en ella están los elegidos de todas las edades, de todos los reinos, naciones y lenguas, sean judíos o gentiles que tienen comunión y se asocian con Dios el Padre y con su Hijo, Cristo Jesús, por medio de la santificación del Espíritu Santo. Se la llama, por lo tanto, la comunión, no de personas profanas, sino de santos, quienes, como ciudadanos de la Jerusalén celestial, disfrutan de los inestimables beneficios de un Dios, un Señor, una fe, y un bautismo. Fuera de esta Iglesia no hay ni vida ni felicidad eternas. Por lo tanto, rechazamos totalmente la blasfemia de aquellos que afirman que quienes vivan de acuerdo con la equidad y la justicia serán salvos sin tener en cuenta la religión que profesen. Así como no hay vida ni salvación sin Cristo Jesús, de la misma manera nadie tendrá parte en ella, salvo a quienes el Padre les ha dado a su Hijo Cristo Jesús, y a todos los que en el futuro acepten su doctrina y crean en él. (Incluimos a los hijos de los creyentes). Esta Iglesia es invisible, conocida sólo por Dios, quien sólo sabe a quienes ha elegido, e incluye a los elegidos que ya han muerto, a la Iglesia triunfante, a aquellos que aún viven y luchan contra el pecado y Satanás, y quienes vivirán en lo sucesivo».
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Apocalipsis 1:4-8, «Lo que Dios dice cuando envía Su Palabra»