CULTO DE LA TARDE (MIRANDA)
1 Juan 3:7-10, «Los hijos del diablo y los hijos de Dios»
CULTO DE LA TARDE (MIRANDA)
1 Juan 3:7-10, «Los hijos del diablo y los hijos de Dios»
«Por siempre cantaré del Señor la bondad,
Con mi boca hablaré de Tu fidelidad.
Pues dije: Para siempre será edificada
Misericordia; oh Dios; y harás afirmada
La verdad Tuya, sin mudanza e inmutable,
En los cielos, que tienen curso invariable».
Muchas veces me han preguntado el porqué de componer los Salmos, precisamente, de Ginebra. Asimismo, no han sido pocas las veces en las que me han sugerido que con otra versión musical más “fácil” o “llevadera”, por ejemplo, el Salterio escocés, los Salmos serían más cantados en la actualidad, y yo mismo me he planteado esta cuestión a veces. Decididamente, el Salterio de Ginebra no está “de moda” en la actualidad. Sin embargo, mi opción final sigue siendo la de permanecer fiel al Salterio ginebrino. ¿Por qué? Pues estas son, brevemente, las razones.
En primer lugar, por una razón personal y, por tanto, perfectamente subjetiva, que es que el Salterio de Ginebra forma parte de mi vida, pues para mí es sinónimo de los tres años que pasé en Francia estudiando la licenciatura. Por ejemplo, en el día de nuestra boda se cantó en la iglesia (supongo que en contra de los cánones de lo que son las bodas evangélicas actuales) el Salmo 47. Proviniendo de un ambiente evangélico no reformado, sus melodías fueron totalmente nuevas para mí. Lo cierto es que los Salmos me llamaron la atención mucho más que lo que anteriormente pudo hacerlo cualquier otro himno. Oír cantados los Salmos en francés y en Francia, en iglesias que hunden sus raíces en la Reforma de Calvino, con todo su pasado de lucha y persecución, fue una experiencia que me marcó personalmente. Por lo que, a mi regreso a España, quise que también estuviera disponible el Salterio de Ginebra en español.
La segunda razón es por la asombrosa riqueza métrica del Salterio de Ginebra. Los compositores de la letra de los Salmos (Clément Marot, Teodoro de Beza) eran poetas de primer orden, y eso se nota en la misma idea como fue diseñado y concebido el Salterio. En él nos encontramos estrofas de 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 12 versos, tanto de arte mayor (más de ocho sílabas) como de arte menor (menos de ocho sílabas), y en ocasiones, ambos están en la misma estrofa. El resultado final es que prácticamente cada salmo tiene una métrica que le es propia. En comparación, la métrica del Salterio escocés se encuentra completamente estandarizada a la forma 8.6.8.6 –aunque por las melodías que no marcan pausa o silencio al final de los versos 1 y 3, también pueden llegar ser vistos como pareados de catorce sílabas– por lo que puede llegar a resultar, en este sentido, más monótono o repetitivo.
La tercera razón por la que para mí es preferible el Salterio de Ginebra es la musical. Como resultado de la gran variedad de su métrica, nos encontramos con una no menos admirable riqueza de sus melodías: en total, para cantar los 150 Salmos se usan 124 melodías diferentes. Las repeticiones de melodías son raras (quince melodías se repiten en dos Salmos distintos; cuatro melodías, en tres; y sólo una se canta en cuatro Salmos). En cuanto a la estética de las melodías, las interpretaciones de Ernst Stolz, que venimos publicando en el blog, ponen de manifiesto sobradamente la excepcional belleza original de los Salmos de Ginebra.
Pero soy consciente de que es, precisamente, el argumento de la música el que por lo general se emplea para declinar el canto del Salterio de Ginebra en la actualidad. Normalmente se aduce, entre otras razones, que sus melodías son difíciles y extrañas, o incluso que fueron compuestas no con las tonalidades que conocemos hoy, sino con los antiguos modos.
Sin embargo, no creo que el argumento musical sea del todo conclusivo. Tras aprender el Salterio debidamente, primeramente para el uso en familia y luego para su uso en el culto público, tengo que decir que no me parece que las melodías del Salterio de Ginebra sean especialmente extrañas, porque siguen siendo, no hay que olvidarlo, melodías, que sirven para algo tan natural como es cantar. Que hayan sido compuestas en modos es una cuestión que sólo entienden los músicos y que no afecta a los simples creyentes cantores en absoluto, de la misma manera que ellos tampoco se preocupan si los himnos han sido compuestos en el tono de Do mayor o en el de La menor. Hay una gran dificultad con el Salterio de Ginebra, ciertamente, y es que sus melodías se han dejado de cantar desde hace tiempo. Pero esta dificultad tiene una fácil solución: se resuelve ¡volviéndolas a aprender y cantándolas de nuevo!
Pero, por otra parte, tampoco creo que la música del Salterio ginebrino nos resulte tan tan extraña. No es música china, ni celta, ni siquiera son cantos medievales o gregorianos, como muchas veces se dice. Se reconoce perfectamente el carácter latino en ella, y esto es algo fácilmente demostrable. Podemos escuchar la siguiente composición española del siglo XVI y observaremos el parentesco innegable con las melodías del Salterio de Ginebra.
Se trata de una melodía muy sincopada, es decir, con mucho ritmo. Se puede comparar, en este sentido, con la del Salmo 42:
O también podemos ver esta otra melodía peruana de principios del siglo XVII
Se puede comparar con la melodía del Salmo 13. El parecido es innegable:
Es evidente, pues, que tuvo que haber mucha más cercanía cultural entre un español del siglo XVI y la melodía de los Salmos que la que habría entre mí mismo, por ejemplo, y las melodías de los himnos que empecé a cantar tras mi conversión y mi entrada en la iglesia evangélica -la mayoría de estos himnos, de origen anglosajón decimonónico, con no pocas marchas militares adaptadas-. ¡Eso sí que me resultaba extraño! Sin embargo, con el tiempo los fui asimilando hasta llegar a considerarlos como algo propio. ¿Por qué no se puede hacer lo mismo con el Salterio de Ginebra? La impresión que un español o incluso latino puede tener al cantar los Salmos ginebrinos es que sus melodías son antiguas, pero propias. ¿Por qué no recuperar, pues, su canto en el contexto español y latinoamericano, que es el que nos ocupa? En la actualidad, la gente acude masivamente a conciertos de música antigua o a festivales folclóricos, con un anhelo más o menos consciente de recuperar el pasado perdido. ¿No podría ser así el Salterio de Ginebra el medio para ganar el alma del pueblo español y de los países de América Latina?
La cuarta razón por la que definitivamente me quedo con el Salterio de Ginebra es por todo lo que este ha significado a lo largo de la Historia. La excelente serie de artículos del Pastor Sawtelle presenta perfectamente lo que ellos supusieron en el contexto del siglo XVI. Sencillamente, los Salmos ginebrinos fueron el medio que propulsó la Reforma, tanto como pudo hacerlo la predicación misma de la Palabra, porque, a fin de cuentas, se trata de la Palabra de Dios. Ellos fueron el alma de la iglesia en sus batallas, espirituales y físicas, el motor de la iglesia que se libró de la idolatría de las imágenes en las iglesias, el sustento de la iglesia bajo la persecución y de la iglesia mártir. Y esto, no en un país solo, sino prácticamente en toda Europa, pues el Salterio, además de compuesto en francés, fue traducido al holandés, inglés, alemán, español, portugués, italiano, checo, polaco, húngaro, ¡e incluso turco!
En una palabra, el Salterio de Ginebra es el Salterio por excelencia de la iglesia en combate. Ciertamente, este significado que ponemos de relieve le es propio y peculiar al Salterio de Ginebra. Ni siquiera lo tiene, creemos, el Salterio escocés. ¿Por qué no usarlo, pues, para retomar la Reforma exactamente en el lugar donde esta se quedó en el siglo XVII? Dado que su canto y uso en las iglesias no vendrá sin una decisión consciente y deliberada, principalmente de los líderes, que provenga del amor al canto de Salmos, en general, y de la comprensión del significado del Salterio de Ginebra, en particular, ¿por qué no usarlo para impulsar una verdadera, profunda y radical Reforma en la actualidad, que comience precisamente por nosotros mismos?
La última razón, pero no por ello menos importante, es que hay un solo conjunto de melodías, por todo lo que ellas representan, que la Iglesia papista jamás llegará a asumir y cantar, y ese no es otro que el del Salterio de Ginebra. Esta es una razón, en mi opinión, más que de sobras para que nosotros lo usemos. Pero, por otro lado, sólo sus melodías son las que nuestro mundo evangélico actual parece no dispuesto en modo alguno a cantar. ¿No es curiosa esta coincidencia?
En este sentido, reflexionemos un momento que el canto mismo del Salterio de Ginebra fue objeto de persecución en Francia:
“Conocer y amar los Salmos era la marca de ser protestante. El uso del Salterio se convirtió en un problema importante en el lento mordisqueo de las seguridades dadas por el Edicto de Nantes. En 1623 el canto de los Salmos fue prohibido en las calles y tiendas. En 1657 se prohibió en las ejecuciones; en 1658, en cualquier lugar fuera de los «templos», como se llamaban a los lugares de culto protestante; en 1659, ni siquiera se podía cantar los Samos en privado, si fuera audible desde el exterior; y en 1661 el canto de los Salmos en cualquier parte del territorio francés se convirtió en un delito grave”.[1]
¿Ha acabado haciendo el protestantismo contemporáneo lo que las salvajes persecuciones papistas no consiguieron durante siglos?
[1] James Hastings Nichols, Corporate Worship in the Reformed Tradition, (Westminster Press, 1968), p. 40.
¡Y en húngaro!
SALMO 42
SALMO 138
CULTO DE LA TARDE (MIRANDA)
1 Juan 3:4-6, «Santificación y pecado»
«Oh, Jehová, Dios de mi salud,
Ante Ti clamo día y noche.
Mi oración ante Ti llegue;
Inclina el oído Tú.
Pues de mal mi alma está_hastiada,
Y del Seol cerca mi vida».
Jorge Manrique (1440-1475) fue un noble y poeta castellano del tiempo de los Reyes Católicos. Él fue el autor de las Coplas por la muerte de su padre. Seguramente, esta sea una de las mejores (por no decir la mejor) elegía escrita en lengua castellana, una reflexión sobre la vanidad y fugacidad de la vida, impregnada del pensamiento del libro bíblico del Eclesiastés. Una joya literaria imperecedera.
Hacia el final de la Copla, en la estrofa XXXIX, leemos las siguientes palabras:
“Tú, que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre.
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre.
Tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona”.
Es decir, Jorge Manrique en estos versos estaba literalmente expresando, algunos años antes que naciera Lutero, ¡el lema protestante de la Sola Gracia!
Este hecho innegable obviamente suscita algunas preguntas. Al menos dos:
¿Son en realidad las doctrinas protestantes las novedades, y por tanto herejías, que los apologistas romanistas nos han querido vender desde siempre, o han estado más bien latentes en los corazones de todos los creyentes a lo largo de los siglos?
¿Son realmente las doctrinas protestantes, y por lo tanto el protestantismo, tan ajeno a la manera de ser y al espíritu español, o más bien no tuvieron cabida en la transformación radical del país (derrota de los Comuneros al interior, pugna por la hegemonía en Europa en el exterior…) llevada a cabo por los funestos sucesores de los Reyes Católicos, los Austrias?
CULTO DE LA TARDE
Proverbios 3:19-26, «La sabiduría da seguridad»
«Se hallan todas sus cimentaciones
En la montaña de la santidad.
Las puertas de Sion ama Jehová
Más que de Jacob las habitaciones».