“ El fin de este mandamiento es que toda inmundicia e impureza debe estar muy lejos de nosotros, porque Dios ama la pureza y la castidad. Y se resume, en que no nos manchemos con suciedad alguna, ni apetito de lujuria. A lo cual corresponde el mandamiento afirmativo de que regulemos nuestra vida de una manera casta y guardemos continencia.
De una manera más expresa prohíbe la fornicación, a la que tiende toda suerte de lujuria, a fin de que por la impureza y deshonestidad que consigo lleva — que es más manifiesta y palpable en ella, en cuanto que deshonra al mismo cuerpo — nos incite a aborrecer todo género de lujuria.
Como el hombre ha sido creado de tal manera que no viva solo, sino en compañía de la ayuda semejante que se le dio — tanto más, que por el pecado se encuentra más sometido aún a esta necesidad —. el Señor ha puesto remedio a ello, instituyendo el matrimonio y santificándolo después con su bendición. De donde se deduce que toda otra compañía fuera del matrimonio, es maldita en su presencia; y que la misma compañía del marido y la mujer ha sido ordenada para remedio de nuestra necesidad, a fin de que no aflojemos las riendas a nuestros deseos carnales y nos arrastren en pos de sí. No nos lisonjeemos, pues, cuando oímos decir que el hombre puede juntarse con una mujer fuera del matrimonio sin la maldición de Dios […]
En cuanto a los casados, si reconocen que su unión es bendecida por el Señor, ello ha de servirles de aviso para no contaminarla con una intemperancia disoluta. Porque si la honestidad del matrimonio cubre la deshonestidad de la incontinencia, no por eso debe ser una incitación a ella. Por tanto piensen los casados que no todas las cosas les son licitas, sino cada cual condúzcase sobriamente respecto a su mujer, e igualmente la mujer respecto a su marido, regulándose de tal manera que no atenten en nada contra la honestidad y templanza del matrimonio. Porque ha de ser regulado y reducido a tal modestia el matrimonio y la unión en el Señor, que no se dé rienda suelta a toda suerte de disolución. San Ambrosio,(1) reprendiendo a los que abusan del matrimonio con su intemperancia y disolución, usa un lenguaje muy duro, pero del todo conforme a este propósito, diciendo que fornican con sus mujeres los maridos que en las relaciones conyugales no tienen para nada en cuenta la honestidad y la vergüenza.
Finalmente consideremos quién es el Legislador que condena la fornicación. Evidentemente, el que siendo Señor absoluto de nosotros, exige en virtud de su título de Señor, integridad de alma, de espíritu y de cuerpo en nosotros. Por tanto, al prohibir la fornicación prohíbe a la vez que induzcamos a otros al mal, con vestidos lascivos, con gestos obscenos e impuros, o con conversaciones deshonestas. Porque un filósofo, llamado Arquelao, dijo no sin razón a un joven muy galano y excesivamente recompuesto, que poco importaba en qué parte del cuerpo mostrase su deshonestidad. Yo refiero esto a Dios, el cual detesta toda impureza en cualquier parte que sea, ya del cuerpo, bien del alma. Y para que nadie lo dude, acordémonos que Dios en este mandamiento nos prescribe la castidad. Si nos exige que seamos castos, condena por lo mismo, cuanto es contrario y no conviene a esa virtud.
Por lo tanto, si queremos obedecer este mandamiento es necesario que el corazón no se abrase por dentro en malos deseos, que los ojos no miren impúdicamente, que el cuerpo no se componga para atraer y engañar a los otros, que la lengua no induzca con palabras inconvenientes a pensar en tales cosas, ni que el deseo provoque la lujuria; porque todos estos vicios son a modo de manchas que empañan la transparencia de la castidad”.
(1) Citado por san Agustín en Contra Juliano, lib. II, cap. VII.
Institución de la religión cristiana II.VIII.41 y 44 (p. 292-205).
santidad es salud para todo, muy bueno gracias
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De todo lo indicado por el Reformador,destaco la “integridad del cuerpo del alma y del espíritu”:somos del Señor-creados a su imagen y semejanza,y redimidos para El por Cristo,una vez caidos en el pecado-,y ello exige “consagración”-apartados del mundo del demonio y de la carne(los tres enemigos del alma)-y guardados en su misericordia por el poder del Espíritu Santo,para el dia de su manifestación gloriosa.Aunque la pureza,y la castidad asociada a ella,es ante todo una virtud,más que un simple propósito,debemos pedirla fervientemente a Aquél que tiene poder de salvar el alma de la condenació eterna(Mt.10,28).Por último,creo que debemos destacar-en sintonia con la intención del autor-todo lo que hace referencia a la “pureza interior”,tal como vemos claramente expresado en el Evangelio referente al adulterio coyugal(Mt.5,27-28),y a la intención del corazón como referente último de auténtica pureza (interior)religiosa de carácter general(Mt.15,11.17-20).El séptimo mandamiento, referido al adulterio,es por tanto extensivo ,sustancial e intencionalmente, a la pureza interior del alma con carácter general,referida en última instancia a nuestra propia consagración a Dios(II,VIII,44 b).
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