“Respecto a la muchedumbre y a los órdenes de los ángeles, los que se atreven a determinar algo, consideren bien en qué fundamento se apoyan. Confieso que Miguel es llamado en Daniel “el gran príncipe” (Dan. 12:l), y en san Judas se le llama arcángel (Jds. 9), y san Pablo atestigua que será un arcángel quien con una trompeta convocará a los hombres a juicio (1 Tes.4:16). Pero, ¿quién podrá de aquí determinar los grados honoríficos entre los ángeles, distinguir las notas de cada uno de ellos, y asignarles su lugar y mansión? Porque, aun los nombres de Miguel y Gabriel, que se encuentran en la Escritura – y si os parece añadid el tercero de la historia de Tobías, Rafael -, por el significado parece que fueron puestos a los ángeles estos nombres a causa de nuestra flaqueza. Sin embargo, prefiero no decidir sobre este asunto.
En cuanto al número, por boca de, Jesucristo sabemos que hay muchas legiones (Mt. 26:53). Daniel enumera infinidad de millones (Dan. 7: 10); el criado de Elíseo vio carros llenos (2 Re. 6:17); y cuando se dice que acampan en torno de los que temen a Dios (Sal. 34:7) se alude a una gran multitud.
Es cosa certísima que los espíritus no tienen forma como las cosas corporales; sin embargo, la Escritura, conforme a la capacidad de nuestro entendimiento, no sin razón nos pinta a los ángeles con alas, con nombres de querubines y serafines, a fin de que no dudemos de que siempre están dispuestos a socorrernos con una prontitud grandísima cuantas veces fuere preciso, como vemos que los rayos surcan el cielo con una rapidez superior a toda imaginación.
Todo cuanto, además de esto, se pudiera preguntar referente al número y jerarquías de los ángeles, pensemos que pertenece a aquella clase de misterios cuya perfecta revelación se difiere hasta el último día. Por tanto, guardémonos de la excesiva curiosidad en el investigar, y de la osadía en hablar de lo que no sabemos”.
Institución de la religión cristiana I.XIV.8 (p. 101)
Sobre las huestes angélicas,a partir de la Revelación judeo-cristiana,poco podemos decir.Según Is.6,2(relato de la vocación del profeta),sabemos que los Serafines están alrededor del Trono de Dios,y pudiéramos deducir que se trata de seres-espíritus de fuego,los únicos de entre todas las huestes celestes que están situados al lado de Dios,con el único fin de proclamar su santidad y grandeza.El que el profeta, en su visión en el Templo de Jerusalén,(con a penas 25 años de edad),nos diga que con un par de alas se cubrían el rostro,con otro par,los pies,y con las dos alas restantes,volaban,parece que nos da a entender todo ésto.Con respecto al Arcángel Miguel,parece que es el angel que encabezaría todas las legiones celestes de aquéllos otros angéles que habían permanecidos fieles a Dios ante la sublevación de Lucifer,y el que luchó contra sus huestes por encargo de Dios para expulsarlos del Cielo-morada del Altísimo-;por eso mismo el libro del Apocalipsis joáneo(12,7-9,y ss.)establece un paralelismo entre “la caida original” de los ángeles rebeldes, y la actuación-misión que éstos tienen de perder a la humanidad,sólo que en aquélla (la caida original),es el Arcángel Miguel el que sale vencedor,y en la batalla de los ángeles caidos contra los justos(vv.12 y 17),es el Jinete Celestial=VERBO DE DIOS,el que vence a las huestes malignas(Ap.19,11-21),cuyo preámbulo encontramos en el texo en cuestión(12,10-11).Con ello,podemos deducir dos cosas:que hay un género de espíritus celestes-más propiamente que “ángeles”-que están al servicio directo de Dios(Serafines,en exclusividad),y otra clase de espíritus celestes, -ángeles propiamente dichos,tal como la etimología de la palabra indica-,cuya única misión es el auxilio espiritual de los elegidos ó justos(Sal.91,11;Heb.1,14;cf.Ex.13,21-22).La tradición cristiana,basándose en las prerogativas del Arcángel Miguel a partir del libro del Apocalipsis-el más explícito en el tema de la angeología-,ve en él, el que nos protege de las asechanzas diabólicas.Cúal sea el número de los ángeles,y qué tipo de jerarquias(que parece que las hay),poco importa a efectos de las cosas necesarias para la salvación,objeto de la Revelación judeo-cristiana,en sintonia con lo que nos expone el Reformador.
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