En su columna de ayer en Libertad Digital (LD), el pseudo-historiador neo-franquista Pío Moa hizo todo un alarde de lo que es la falsificar la Historia al escribir un artículo sobre los hugonotes franceses.
Para poner en antecedentes a nuestros lectores de América que tal vez no conozcan al personaje, es necesario decir que Pío Moa perteneció al grupo marxista de los GRAPO, llegó a participar incluso en un asesinato en 1975, y posteriormente se acogió en 1983 a las medidas de reinserción de terroristas. En los últimos años ha ganado cierta noteriedad en España por haber publicado toda una retahíla de libros y artículos, en los que justifica el alzamiento militar que dio inicio a la Guerra Civil en España (1936-39), el régimen dictatorial de 40 años de Franco en contra de los demás países democráticos occidentales y llega incluso a deslegitimar a los actuales políticos democráticos.
Debido a su encarnizada justificación del franquismo, Moa se ha enzarzado en los últimos meses en vivas polémicas con otros articulistas del mismo medio en el que él escribe, tales como los historiadores Jorge Vilches o César Vidal (evangélico). Estos han recriminado a Moa su escaso rigor como historiador a la hora de sustentar sus tesis justificadoras del régimen de Franco. Moa, lejos de amilanarse, ha continuado sus diatribas en solitario, cuando sus oponentes han desistido de intentar seguir razonando con él.
En las últimas semanas, César Vidal ha comenzado en LD una serie de artículos en los que muestra que la decandencia en la época moderna de España proviene de su rechazo a la Reforma protestante y, consiguientemente, a todos los cambios históricos que ella introdujo en los países donde sí triunfó. Este hecho bien puede ser la causa de la serie de artículos que, desde su columna diaria, Moa ha escrito contra los actores mismos de la Reforma protestante, en los que recurre a los clichés más trillados de la historiografía tradicional papista en España.
Tras estos necesarios precedentes, podemos entrar a presentar el artículo de ayer. Este comienza con el siguiente párrafo introductorio:
«Durante la década de los sesenta la expansión protestante se hizo más agresiva a través del calvinismo, que se convirtió en una potencia dentro de Francia, Escocia y Flandes. Se trataba de un movimiento internacional muy eficiente, con miles de personas fanatizadas entregadas al proselitismo y una destreza agitativa extraordinaria (se lo compararía en el siglo XX con la Internacional Comunista o Comintern)».
La tendenciosa manera de presentar la Reforma simplemente como «calvinismo» es tradicional en la historiografía de orientación papista. Pero es bien novedoso el recurso de Moa, al calificarla como «movimiento internacional», «miles de personas fanatizadas», «destreza agitativa» para, finalmente, compararla a la «Internacional Comunista o Comintern». Añade la coletilla que «se lo compararía en el siglo XX», pero no cita quienes lo han hecho. Evidentemente, la analogía en la pluma de Moa está lejos de ser inocente, pues si él justifica la Guerra Civil española como la reacción necesaria para evitar que España quedara bajo el dominio del comunismo internacional, de igual manera justifica el rechazo español a la Reforma, y las actividades de la Inquisición para extirparla de nuestro país.
Sin embargo, las tergiversaciones graves del artículo de Moa se encuentran ya en el siguiente párrafo:
« En 1560 urdieron el secuestro del joven rey Francisco II, para apartarlo de la influencia de la casa de Guisa y aniquilar a los consejeros católicos. El complot, auspiciado por Luis Condé, de la casa de Borbón, pro calvinista, fracasó, pero los hugonotes lanzaron en más de veinte ciudades una oleada de destrucción de estatuas, reliquias, custodias y obras de arte sagradas para los católicos, provocando represalias de estos. En 1562, unas prédicas protestantes en tierras del católico Duque de Guisa, en contravención de acuerdos previos, derivaron en un choque con muerte de 23 hugonotes (Masacre de Vassy). El mismo año los calvinistas asesinaron a más de 600 católicos en Montbrison, mientras pedían soldados y dinero a Inglaterra, ofreciendo a cambio la entrega de Calais y Le Havre. Comenzaron así las guerras religiosas francesas, plagadas de matanzas mutuas y nacidas del intento calvinista de ganar el poder para imponer desde él su religión, según el modelo de Ginebra».
1) Moa se está refiriendo en un principio a la llamada Conjura de Amboise. Es interesante notar que ninguna mención hace Moa de lo que representó el Duque de Guisa en aquellos años en Francia. Él se oponía ferozmente a la política de tolerancia hacia los reformados y, de hecho, las guerras de religión se le tienen que imputar, en buena medida, a él. En cuanto a la conjura, esta fue desaprobada por los reformadores en Suiza. Pero Moa comete aquí dos falacias. Una por activa: atribuyendo gratuitamente que el objeto de la Conjura era «aniquilar a los consejeros católicos» (¿cómo lo sabe él? ¿en qué documentos de la época se basa?). Otra por pasiva: pasando directamente de la Conjura a la «oleada de destrucción» iconoclasta de los reformados en distintas ciudades, sin mencionar que la represión de esta Conjura causó de 1200 a 1500 muertes entre los reformados.

2) En segundo lugar, Moa habla de la conocida «Masacre de Vassy». La manera de presentarla habla por sí sola: «En 1562, unas prédicas protestantes en tierras del católico Duque de Guisa, en contravención de acuerdos previos, derivaron en un choque con muerte de 23 hugonotes (Masacre de Vassy)». Otra vez Moa saca a relucir su lenguaje tendencioso al hablar de «prédicas protestantes en tierras del católico Duque de Guisa». Se imagina uno feroces predicadores al aire libre, perturbando la paz católica de aquellas tierras. La realidad es que en Vassy se reunían un grupo de creyentes en un establo. Y otra vez Moa hace recaer la responsabilidad de esta masacre del lado reformado, con esta coletilla de que prédicas se hacían «en contravención de acuerdos previos».
Moa dice aquí una gran falacia: presenta a los creyentes reformados de aquellas tierras, gente simple del pueblo, como si fueran los actores políticos que contravienen acuerdos. En realidad, con estas palabras Moa no hace sino hacer de portavoz de la misma justificación que dio el Duque de Guisa en su día.
Moa hace aquí también una gran falta de método: cifra en 23 las personas muertas, cuando las obras historiográficas serias recientes hablan de 74 muertos.(1) Hubiera sido de ayuda saber en qué obras se apoya Moa para ofrecer estas cifras.
3) Moa manipula también la Historia al pasar directamente de la Masacre de Vassy (de la que responsabiliza a los reformados), a la toma de Montbrisson que causó 600 muertos, sin mencionar antes que esto se produjo en el contexto de la primera Guerra de Religión en Francia (la cita, sí, pero al final del párrafo, con lo que su relato es desconexo y lo único que hace es contraponer una la Masacre de Vassy, 23 muertos según él, por la de Montbrisson, 600 muertos; saquen conclusiones de qué lado pende Moa). A su regreso a París tras la masacre de Vassy, el Duque de Guisa es aclamado y reclama una cruzada contra los reformados. Se desencadena una serie de matanzas contra los reformados en ciudades como Sens, Tours, Toulouse, Maine o Anjou, sentando el precedente de lo que en el año 1572 sería la gran matanza de «Saint Barthélemy». Estos fueron los acontecimientos que desencadenaron la primera Guerra de Religión en Francia, al tomar la nobleza protestante la defensa del pueblo reformado.
En cuanto a la toma de Montbrisson, ella fue perpretada por François de Beaumont, baron de Adrets, y fue rechazada por Calvino en Ginebra. A los pocos días, Beaumont sería reemplazado al frente de las tropas protestantes. En 1563, él sería arrestado en la ciudad protestante de Nîmes y, finalmente, ¡se pasaría en 1567 a las filas católicas para combatir a los reformados con igual furor que antes hiciera a los papistas! Todas estas precisiones bien merecerían ser citadas por Moa; ellas no justifican lo que ocurrió en Montbrisson, pero por lo menos lo pone en su contexto, cosa que Moa desconoce por completo.
4) Pero Moa manipula groseramente la Historia cuando dice más adelante: «De 1560 a 1584 habían tenido lugar siete guerras religiosas iniciadas, como vimos, por los hugonotes al intentar tomar el poder secuestrando al rey». Es absolutamente falso decir que entre 1560 y 1562 Francia estaba en guerra religiosa. La tensión en el país iba en aumento, ciertamente, pero, una vez más, es absolutamente falso decir que el país estaba en guerra. Incluso en septiembre de 1561 tuvo lugar, auspiciado por la reina-madre Catalina de Medicis, el Coloquio teológico de Poissy, con la presencia en él de Teodoro de Beza, con vistas a una posible reconciliación entre los bandos reformados y papistas.
La intención de Moa al hacer retroceder el origen de la guerra de religión en Francia a la Conjura de Amboise está clara: poder imputar la culpa de este enfrentamiento a los reformados. Pero la tesis de Moa es contraria a la historiografía de aquel periodo. En la actualidad, ningún historiador secular serio en Francia sostendría tales puntos de vista, los cuales sólo se pueden hallar en la literatura católica integrista, que tanta fuerza tiene en Francia y de la que Moa parece inspirarse tanto -aunque sin citarla-.
Pero al hacer retroceder dos años el origen de la primera Guerra de Religión en Francia, ¡Moa está siguiendo exactamente el mismo paradigma de lo que hace con la Guerra Civil en España, al situar su origen en la sublevación de Asturias (1934) para imputarla a las fuerzas de la izquierda!
Ciertamente, este patrón recurrente en Moa está lejos de ser casual, sobretodo si tenemos en cuenta sus comentarios iniciales comparando a los reformados con el comunismo internacional.
Creemos que Moa, sí, ha sido totalmente sincero en su abjuración del marxismo, pero lo ha hecho abrazando con igual celo el nacionalismo español más cerril y trasnochado. Ciertamente, ponerse a escribir Historia para intentar espantar sus fantasmas personales no es nada bueno. Primeramente, porque al hacerlo se está poniendo ante la sociedad en un púlpito que -siento decirlo- por su historia personal no le pertenece. Pero, sobretodo, porque tiene la tendencia irrefrenable a intentar amoldar la Historia a sus propias vivencias y traumas personales. Y la Historia se resiste a ello.
A buen seguro, todos leemos e interpretamos la Historia desde nuestro propio punto de vista. Reconocer esto no es caer en el relativismo postmoderno, puesto que hay puntos de vista correctos y puntos de vista equivocados. Pero es que, además, la tarea del historiador no es hablar a partir de sus propias opiniones, sino a partir de los datos históricos y de lo que dicen unos historiadores y otros de estos datos, citándolos y tratando lo que ellos dicen con respeto y rigor, para a partir de ahí sacar uno sus propias afirmaciones. Es de esta manera como las opiniones personales equivocadas pueden incluso llegar a ser corregidas por los datos de la Historia. De otra manera, es absolutamente imposible. Pues todo esto es lo que no hace Moa, por lo que uno siempre tiene la impresión que, en vez de estar leyendo Historia, está una y otra vez releyendo su propia historia -la de Moa- en todo cuanto escribe.
(1) Jean Delumeau, Renaissance et discordes religieuses in L’histoire de France, sous la direction de Georges Duby, Larousse, 2007, p. 474.
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Jorge Ruiz Ortiz