CULTO DE LA MAÑANA
Romanos 9:6-8, «El verdadero Israel»
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CULTO DE LA TARDE
Mateo 16:19, «El poder de las llaves»
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El actual Código Penal noruego establece una pena máxima de 21 años de prisión. Las penas de las distintas muertes no son acumulables. De esta manera, el asesino (32 años de edad) saldrá de la cárcel con 53 años.
Por cada muerte, el asesino habrá pasado sólo 82 días en prisión. Y eso, en uno de los sistemas penitenciarios más avanzados y confortables del mundo.
82 días de prisión: así tasa el actual código penal noruego el valor de cada vida humana arrebatada por el cruel asesino.
La actual mentalidad predominante en los países de Europa, que abomina la pena de muerte como de una de las mayores barbaridades de la vida, se queda ahora completamente en bancarrota. Pena de muerte que, recordemos, es una institución y ordenanza divina, una ley de Dios. No se puede hacer de la luz tinieblas, ni la justicia injusticia de esta manera. La sociedad que lo haga, está abocada a su ruina.
El experimento histórico en Europa se ha acabado.
Definitivamente, Rousseau ha muerto.
“El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6).
“El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá” (Éxodo 21:12).
“Asimismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona, que sufra la muerte” (Levítico 24:17).
“Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá” (Números 35:17).
“Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera. Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá… Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó” (Números 35:30-31, 33).
«Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades, entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera. No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien” (Deuteronomio 19:11-13)
“Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52).
“Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:3-4).
«Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto» (Apocalipsis 13:10).
CONCLUSIÓN:
Cualquier otro castigo que no sea la PENA DE MUERTE será una tremenda injusticia a las víctimas y una transgresión de la Ley de Dios.
Fue el pasado 9 de julio cuando SUDÁN DEL SUR adquirió su independencia. El país más nuevo de la Historia…
…Y esta es la letra de su himno nacional (evidentemente, la traducción):
Oh Dios,
Te alabamos y glorificamos
Por tu gracia sobre Sudán del Sur,
tierra de gran abundancia.
Manténnos unidos en paz y armonía.
Oh patria,
alzamos una bandera izada con la estrella guía
y cantamos con gozo canciones de libertad,
para que la justicia, la libertad y la prosperidad
reinen para siempre.
Oh grandes patriotas,
pongámonos de pie en silencio y con respeto,
saludando a nuestros mártires, cuya sangre
cimentó nuestra fundación nacional.
Juramos proteger a nuestra nación.
Oh Dios, bendice a Sudán del Sur.
No exageramos en absoluto si decimos que acabamos de leer uno de los textos más importantes, no sólo de la carta a los Romanos, sino de toda la Biblia. No podemos destacar lo suficiente el enorme consuelo, enseñanza y seguridad que aporta a los creyentes, en sus aflicciones, y también en sus inseguridades. Además, ¡qué gran precisión que nos presenta el apóstol al hablar de la salvación de Dios, mostrándonos de sus distintos componentes, los planificados por Dios en la eternidad y los llevados a cabo por Él en el tiempo!
Por ello, sería una gran lástima que ante un pasaje como este nos quedáramos, por así decirlo, un poco cortos de vista. Ciertamente, los problemas de visión son de lo más comunes, siempre lo han sido, pero tienen una fácil corrección con unas pequeñas lentes adecuadas. Si no se tienen estas lentes, pues no sólo se nos puede complicar demasiado nuestra vida, sino que tampoco podríamos apreciar los maravillosos espectáculos que a veces se nos presentan ante la vista.
Como a veces ocurre al salir al campo. Podemos estar ante un valle rodeado de montañas, con una vista espectacular. Pero sin estas lentes, el prado se convertiría en una inmensa mancha verde que se extiende a partir de nuestros pies; las montañas imponentes imponentes, en borrosas manchas azuladas que a lo lejos no conseguimos divisar bien. Los árboles, unas pequeñas bolas verdes, suspendidas inmóviles en el aire. Todos los colores algo mezclados entre sí y todas las cosas sin forma bien definida.
Sería, como decimos, una lástima que nos ocurriera algo parecido ante este pasaje, que nos aporta tanta enseñanza, seguridad y consuelo. Por lo que creo que es necesario que hagamos un esfuerzo especial para escucharlo e intentar captar lo que nos él dice.
La enseñanza principal de este pasaje tiene que verse en continuación con lo que ya hemos visto, y también con lo que va a seguir. El tema en común siempre son las aflicciones. Como hemos visto, los cristianos tenemos el sostén, en medio de nuestras aflicciones, de 1) la esperanza de la gloria final (vv. 18-24); y 2) la ayuda en la oración (vv. 25-27).
Bien, podemos decir que en estos versículos tenemos el tercer sostén en medio de las aflicciones: la salvación de Dios.
Sí, lo que nos enseña este pasaje es que los sufrimientos no nos apartan de nuestra salvación, ni nos impiden llegar a la salvación, puesto que Dios obra por ellos, de la misma manera que Dios obra toda nuestra salvación.
Se trata de considerar, pues, al mismo tiempo, tanto cómo Dios obra todas las cosas en nuestra vida, como también obra la salvación. Una salvación completa y que la lleva a cabo sólo Él.
Es lo que vamos a intentar meditar esta mañana, siguiendo las dos divisiones mayores que se encuentran en estos versículos. Seguir leyendo
Retomo, por ser una cuestión extremadamente importante para nuestros días, el comentario del hermano Morgan y mi respuesta en el reciente artículo El silencio de los pastores cripto-reformados.
Por un lado, como dije en mi comentario de respuesta, el pastor se halla bajo el deber de conciencia ante el Señor de predicar y enseñar conforme a la verdad de la Palabra de Dios (en este sentido va también el comentario del hermano Eduardo).
La idea, en principio, puede causar algo de respeto. Pero atención a este punto: si el pastor llega al convencimiento de las doctrinas de la Reforma, no se trata de un punto particular, individual, una novedad del pastor que, por ser tal, se tiene que tomar con mucha precaución y reservas. ¡Se trata, nada menos, de una confesión de fe histórica de la Iglesia del Señor Jesucristo! El pastor, al menos interiormente, se suma a ella y adhiere a la misma. Por todo ello, hay un plus de seguridad, pero también de responsabilidad, en cuanto al tener que enseñarla.
Pero, por otro lado, tal como avancé en mi artículo y se hizo patente en los comentarios, entrar a predicarla, sin más, sería una operación absolutamente suicida, tanto con respecto a la propia congregación como de cara a la denominación.
Por supuesto, el pastor siempre tiene como primera opción la de desistir de entrada de introducir la doctrina de la Reforma en su congregación, para irse a servir directamente en un ámbito reformado. Personalmente, este fue mi caso. Avanzo que no tengo queja alguna de la denominación en la que entonces servía o de mi propia congregación. Pero también creo que el resultado se debió mucho a mi juventud e inexperiencia en aquel entonces. En todo caso, es mejor salir que dejar por el camino una iglesia destrozada.
Eso es, normalmente, lo que ocurrirá si se intenta introducir la doctrina de la Reforma en una congregación “a las bravas”, sin antes introducir previamente las condiciones necesarias para un cambio de tal magnitud. La teología reformada de las “causas segundas” aquí es fundamental. Producir un cambio significativo sin previamente proveerse de las condiciones y medios necesarios es algo perteneciente a la categoría de “milagros”. Estos pueden existir (no somos naturalistas) pero no es lo que normalmente ocurre (de ahí, precisamente, que sean “milagros”). Sin estas “causas segundas” (condiciones), y sin mediar milagros, el desastre está asegurado.
Lo que sigue son mis consejos al respecto: