Hace unas semanas, Benedicto XVI hizo un gran golpe de efecto al invitar al clero y fieles anglicanos a regresar otra vez a Roma bajo un estatuto especial. Soy de la opinión que bajo su cándida apariencia se esconde un papa tremendamente audaz. Valga la redundancia, porque todo papa por propia naturaleza lo es. Sólo que tal vez éste lo será más: por ejemplo, el 12 de septiembre de 2006 Benedicto XVI hizo unas comprometidas declaraciones en contra del Islam, en las que –aunque entonces este extremo pasara bastante desapercibido– lo único que hizo fue poner en una situación muy comprometida a la iglesia ortodoxa ante el mundo musulmán y, en particular, la de Turquía, y todo ello, a pocos meses vista de su visita oficial a este país.
Retomando, pues, la papal invitación al mundo anglicano, sería bueno situarla en su contexto, para lo cual nos tendríamos que remontar al año pasado por estas fechas. El 19 de noviembre de 2008, el papa Benedicto XVI dio una catequesis acerca de la justificación por la fe. Esta audiencia fue titulada por la agencia de información Zenit, en su versión en español, con el sugestivo título “Benedicto XVI explica cómo entendía san Pablo la justificación”. ¿Y qué tiene este título de particular? Pues no hace falta ser un lince para advertir su curioso parecido con la obra del célebre obispo anglicano NT Wright, en inglés What Saint Paul Really Said, y en español, El verdadero pensamiento del apóstol Pablo.
Hace unos cuantos años ya señalé que la enseñanza del “Nuevo Enfoque sobre Pablo”, y en particular la de Wright, muy bien podía llegar a ser en el instrumento de la recatolización del protestantismo histórico. Pues no hemos tenido que esperar mucho tiempo para ver el interés del papa en esta nueva corriente.
¿Los parecidos entre ambos obispos –el de Roma y el de Durham– son casuales? Leyendo la catequesis, no se tiene esta impresión, precisamente. Puesto que Benedicto XVI, en su definición de la enseñanza de Pablo acerca de la justificación, afirma que las “obras de la ley”, que en el pensamiento de Pablo están en antítesis con la justificación por la fe, no son la Ley de Dios en su aspecto moral (es decir, los Diez Mandamientos), sino más en particular las “ceremonias judías”, quedando la Ley moral de Dios explícitamente excluida de ellas.
Existe una cierta ambigüedad en las palabras del papa. Para determinar qué es lo que está en contraposición con la justificación por la fe en Pablo, quiere aclarar lo que es la Ley, primero, y lo que son las obras de la Ley, después. La Ley de la que tendríamos que ser librados no sería la Ley moral (Diez Mandamientos) sino toda la Ley, “la Torá en su totalidad”. La ambigüedad consiste en identificar este verse libre de la Ley moral a una “liberación de la ética” de la misma. Si con ello el papa quiso caracterizar veladamente la enseñanza protestante ha errado completamente el tiro, como además bien lo sabe él: ni la Reforma protestante ni el apóstol Pablo lo han entendido ni afirmado así nunca, sino que se trata de verse libre de la condenación de la Ley por infringir la Ley moral de Dios.
No se sabe muy bien cómo se liga este pensamiento acerca de la Ley en el sentido de “toda la Torá” con el que sigue, las obras de la Ley entendidas como “sólo las ceremonias”. Pues acerca de estas obras de la Ley, exactamente igual que hace su homólogo anglicano, dice ahora el papa: “Contra esta presión cultural [de la cultura politeísta romana], que amenazaba no sólo a la identidad israelita, sino también a la fe en el único Dios y en sus promesas, era necesario crear un muro de distinción, un escudo de defensa que protegiera la preciosa heredad de la fe; este muro consistía precisamente en las observancias y prescripciones judías.” Y esto es precisamente uno de los puntos principales de la obra del obispo Wright y, en general, del llamado “Nuevo Enfoque de Pablo”. Se pueden discernir incluso las palabras propias del obispo anglicano.
Hay que decirlo claramente: el papa ha asumido los postulados principales de esta nueva corriente teológica protestante que ha renegado explícitamente del punto doctrinal fundamental de la Reforma. Pero no sólo eso, podemos decir que el papa ha ido mucho más allá de lo que ha sido hasta el presente la enseñanza oficial de la Iglesia católica-romana misma, la cual no ha llegado nunca al extremo de identificar las “las obras de la ley” de las que habla Pablo, simplemente con las ceremonias judías. Dicho de otra manera, Benedicto XVI, de un plumazo, ha variado la enseñanza oficial católica-romana en este punto. Compárese sino con lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica, en los apartados 577 al 582. [1] Esto se ve claramente en estas citas:
“578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras (…) En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago, “quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos (St 2:10; cf. Ga 3:10; 5:3).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (…) Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo “la maldición de la Ley (Ga 3:13) en la que habían incurrido los que no “practican todos los preceptos [e. d. las obras ]de la Ley (Ga 3:10)”
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[1] Catecismo de la Iglesia Católica, (s.l.: Asociación de Editores del Catecismo, 1993), pp. 135s.